La música constante de este libro es la música de la intimidad. Carlos Caramello conversa con su abuelo, con sus hijos, con el hijo de su amigo. Se dirige a un amigo y también a ese otro amigo que lo espera entre las páginas de un libro, a Walt Whitman, Vuelve siempre a la intimidad suprema, al amor
Hay juego y hay fervor en estas páginas. Las palabras tienen peso y textura. Una palabra esdrújula es un animal; un tango se metamorfosea en aterido poema de amor. Los senos de una mujer desgarran los biceps de dos o tres gerentes. Porque esta voz de la intimidad no olvida en horizonte que la espera siempre: la revolución.